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  • Gabriel Agosin

EL PRODUCTO ES EL MARKETING (o de cómo un famoso nos rechazó una campaña… y lo felicitamos!)



La historia es así (es real. Súper real. En serio: pasó tal cual la contaremos): estábamos

preparando una campaña para un cliente y pensamos que sería perfecto contar con

una persona pública. No porque sí (lo siento influencers, pero no creemos ni en dioses

ni en semidioses), sino porque esta persona (todos ustedes la conocen) acuñó una

frase que calzaba perfecto con lo que queríamos transmitir. ¡Era redondita la idea!

Pulimos un poco el concepto y lo llamamos.

Paréntesis

La parte más entretenida de nuestro trabajo, por lejos (no, no es cobrar), es cuando

tenemos que construir una campaña desde cero. No hay reglas. Todo es posible. A

veces surgen a la primera; otras, nos rompemos la cabeza y nada. Y lo peorrrrr: cuando

creemos llegar al súper concepto y después de chequear (nos obsesiona NO copiar),

tate, ya lo hizo otra marca antes así que QEPD (no tenemos los cojones como para

crear campañas tipo “Lepac”). Pero es lindo. No hay garantías. A veces fracasamos;

otras, tenemos suerte y logramos dar con ideas en la que todos estamos de acuerdo

para después encomendarnos a todos los demonios y contar con el encantamiento del

cliente.

Fin del paréntesis

Hablamos un rato, le explicamos la idea. Y de cuánto es el presupuesto. Dinos tú,

queremos que si lo haces, estés contento. Ya, pero alguna idea deben tener. Mira, si

son tantos, ni tonto. Es el doble de esos tantos, incluso más. Mira, ¿sabes? He

rechazado campañas hasta por 10 veces eso. Y en realidad, para qué te miento, no sé

cuánto tendrían que ofrecerme para que acepte. Está buena la idea, me gusta el

producto, pero no pasa por ahí. Tengo un nombre y no quiero que piensen que me

ando vendiendo.

Qué brutal. (Ahora viene lo que obviamente muchos pensaríamos). Si a mí me ofrecieran el 1% lo hago pero feliz. ¿Sí?

¿Seguro?

Nos explicó bien. La gente lo quiere y respeta porque tiene una imagen. Y esa imagen

es real, no es impostada. Y la gente se da cuenta. Y por eso le cae bien a todos y por

eso lo llamamos. ¿Cuánto vale esa credibilidad?

¿Sabes? Nos cagaste la campaña, pero te encuentro toda la razón. Y si antes me caías

bien, ahora mucho más. Se mató de la risa. ¡Pero se lo dijimos en serio! Bien pelotudos

fuimos. Si pensamos en él fue básicamente porque inconscientemente sabíamos que

era probable que dijera que no, que era una buena idea precisamente porque “no se

vende”. Pero él (es hombre, es la única pista) entiende algo clave y que muchos gurúes

obvian: el producto ES el marketing. Ahí comienza todo. TODO! Y el verdadero

marketing (o al menos el que nosotros tratamos de hacer), es auténtico, busca

comunicar de la manera más fiel lo que lo hace distinto a los demás. No busca

artilugios para ser algo que no es. ¿Qué sentido tiene sino? Sí, sí, vender, vender,

vender. Y cuando el truco es develado, ¿qué queda?

La conversación terminó en una invitación. Seguro que haremos cosas juntos, pero de

otra forma. Tenemos una forma media rara para entender el marketing, lo sabemos.

Nosotros tampoco nos vendemos al mejor postor. Nos gusta trabajar con personas que

nos caigan bien y con los que compartamos una cierta ética. No tenemos que ser

iguales ni mucho menos pensar lo mismo, pero sí ser respetuosos con los clientes. No

creemos en la cultura winner. La detestamos.


Queremos comunicar. Y estamos convencidos que la gente está cada vez más

agotada de las impostaciones y valoran lo real, sin filtros, sin trucos. Como nos dijo

este personaje que nos cagó la campaña: prefiero ganar eso mismo, pero de a poco.

Gracias por recordarnos eso.


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